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Fotografía ilustrativa del artículo

El último glaciar de Venezuela

Autoría: Alejandra Melfo

Ecosistemas , Glaciar , hotspots

Venezuela será el primer país de los Andes en quedarse sin glaciares. Se dice fácil. Si bien en el caso de la Sierra Nevada de Mérida los glaciares hace mucho que no tienen una influencia notable en el balance hídrico, a diferencia por ejemplo de los extensos glaciares de Perú y Bolivia, el impacto cultural es enorme. Mérida era llamada «La Ciudad de las Nieves Eternas», por los espectaculares glaciares de su Sierra, visibles desde sus calles, pero este año sus habitantes descubren que la eternidad se ha acabado. El último de los glaciares que podía verse desde la ciudad desapareció a inicios de 2020. Sólo queda uno, el del pico Humboldt, a 4900 metros de altura y dos días de camino, en el Parque Nacional Sierra Nevada. A comienzos del siglo pasado tenía una extensión equivalente a 300 campos de fútbol, hoy, solo tres.

Un grupo de investigadores de la Universidad de Los Andes intenta convertir desde hace tiempo esta desoladora noticia en una oportunidad. Primero fue un equipo de microbiólogos liderados por el Dr. Andrés Yarzábal, que se dedicó a estudiar las bacterias que viven en el hielo glacial, escondidos entre las vetas. Se creó una biblioteca de microorganismos a resguardo de la extinción, para el estudio de generaciones futuras. Y ahora, Luis Daniel Llambí del Instituto de Ciencias Ambientales y Ecológicas, dirige a otro equipo de expertos en el proyecto «El Último Glaciar Venezolano», con el objeto de estudiar la sucesión primaria en las zonas libres de hielo. Se trata de aprovechar esta circunstancia única, en miles y miles de años, para testimoniar cómo la vida conquista la roca recién descubierta, y va creando nuevos ecosistemas.

Área de estudio. Foto: José Manuel Romero

Para eso, se utiliza un enfoque sincrónico. Primero se hizo una investigación multidisciplinar para determinar exactamente la posición del glaciar en cuatro épocas históricas, incluso antes de que aparecieran las fotografías aéreas. Sabiendo cuándo desapareció el hielo en un punto, se sabe la edad del ecosistema que se va formando. El glaciar se convierte así en una máquina del tiempo, y los ecólogos pueden comparar el progreso de la conquista de la roca por los seres vivos en 100, 50, 10 años. Para ello se demarcaron parcelas en diferentes puntos, y se estudió en detalle la variedad y abundancia de seres vivos en cada caso. Esto requirió la presencia de una serie de expertos, capaces de reconocer las especies de los diferentes tipos de vida que van apareciendo. Primero hay solo microorganismos, después llegan los líquenes, capaces de vivir sobre la roca con poquísimos recursos. Tras los líquenes se aventuran los musgos, especies de plantas primitivas sin raíces, que pueden crecer sin suelo. Frecuentemente, se observó que estos organismos se asocian en biocostras, parches donde pueden retener el agua y la materia orgánica. Poco a poco estos pioneros van contribuyendo a formar suelo, donde se establecen las primeras plantas vasculares. Y tras las plantas, llegan los polinizadores, como el sorprendente Chivito de los páramos, un colibrí capaz de vivir a mas de 4000 metros de altura.

El equipo en el borde del antiguo glaciar. Foto: Luis Daniel Llambí

El equipo del proyecto «Ultimo Glacial» está formado por científicos expertos en cada uno de estos aspectos, que fueron capaces de enfrentar las duras condiciones de una caminata de días a gran altura, y un arduo trabajo en campo. El trabajo de investigación estuvo centrado en determinar cómo estos elementos del ecosistema logran alcanzar las zonas liberadas de hielo, y de qué manera se crea la delicada red de sus interacciones. Ninguno puede sobrevivir por sí mismo largo tiempo, el nuevo ecosistema es un rompecabezas que involucra todos los elementos. A medida que el cambio climático empuja las especies nativas de los páramos a zonas más alta en busca del frío, cada una de las piezas del rompecabezas debe encontrar su lugar. La gran pregunta es: ¿puede un ecosistema tan frágil como el del páramo de los Andes Tropicales, considerado uno de los «hotspots» de biodiversidad del mundo, responder con suficiente rapidez a este vertiginoso cambio?

El glaciar del Humboldt, el último de Venezuela, se va para siempre, pero antes, gracias a esta investigación, nos enseñará un montón de cosas. Que mejor manera de «Despedir a los Glaciares» como dice Jorge Drexler.

Vídeo:

https://www.youtube.com/watch?v=QL5uFBuf55U 

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