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Fotografía ilustrativa del artículo

Livingstonita: en honor al Dr. Livingstone, supongo

Autoría: Jesús Martínez Frías. Instituto de Geociencias, IGEO (CSIC-UCM)

Exploradores , Historia , Minerales

Los minerales nos cuentan historias de nuestro pasado y también de nuestro presente. Como decía en mi entrada anterior sobre la mozartita, en este mismo foro, los nombres de los minerales también encierran curiosas anécdotas que reflejan “otras historias”: no geológicas, sino vivenciales, historias humanas. Este es el caso de la livingstonita, que recibe su nombre en honor al insigne médico, explorador y misionero escocés, David Livingstone, quien, entre otros reconocimientos, fue “Fellow” de la “Royal Geographical Society” y miembro de la “Royal Society”, un título honorífico que se concede para distinguir a científicos y personas ilustres.

La livingstonita, además de proporcionarnos información sobre las condiciones físico-químicas y el ambiente geológico en el que se origina, también nos rememora y evoca indirectamente, la vida, hazañas y exploraciones de quien lleva su nombre. Así, por ejemplo, aunque en su búsqueda de las fuentes del Nilo, Livingstone se equivocó al creer erróneamente que el río Lualaba discurría hasta el Nilo y no al río Congo, hizo descubrimientos extraordinarios: identificó numerosos rasgos geográficos desconocidos en occidente, tales como los lagos Ngami, Malawi y Bangweulu, además de las famosas Cataratas Victoria. En relación con estas últimas, el 16 de noviembre de 1855 Livingstone quedó maravillado por las cascadas del Zambeze, a las que la tribu Makololo llamaba “humo que truena” y las renombró como Cataratas Victoria en honor a la reina. Sí, la livingstonita, además de su propia importancia mineralógica, también es una pequeña caja de recuerdos que, de alguna forma, nos retrotrae al pasado de todo este periplo y a la vida y gestas de este célebre explorador.

Es ampliamente conocida la frase “Dr. Livingstone, supongo – Dr. Livingstone, I pressume”, asignada al periodista y también explorador, Henry M. Stanley, cuando, el 28 de octubre de 1871 según unos y el 10 de noviembre según otros, consiguió encontrar al desaparecido Livingston en Ujiji, la ciudad más antigua del oeste de Tanzania, situada a la orilla del lago Tanganika (Fig.1). Durante seis años, nadie había tenido noticias de Livingstone y muchos pensaban que podría haber sido hecho prisionero o incluso que había fallecido. La famosa y emblemática frase de Stanley me ha servido como argumento para el título del presente artículo. Sin embargo, puede ser que –como publicaba hace un par de años Paco Nadal en su artículo en El País–, la frase nunca fuera pronunciada como tal y que todo fuera una argucia periodística de Stanley para vender el encuentro con una expresión suficientemente flemática para enganchar a la opinión pública. Sea como sea, el encuentro Stanley – Livingstone forma parte de la historia, pues marcó el curso de muchas exploraciones africanas posteriores y también, por extensión, de todo lo que rodea al nombre de este mineral.

Pero, si sus descubrimientos y esta anécdota son ya de por sí relevantes, aún existe otra historia, también curiosa e interesante, alrededor de este mineral. La livingstonita, de fórmula HgSb4S8 es una rara e inusual sulfosal que aparece en filones hidrotermales de baja temperatura, asociada a otras fases más comunes de este ambiente. Cristaliza en el sistema monoclínico (su estructura ha sido revisitada y analizada en varios estudios) y los cristales suelen ser de pequeño tamaño y normalmente columnares, fibrosos y radiales de color gris plomo o gris acero y, a veces marrón oscuro. Suele estar asociado al cinabrio, la estibina, el azufre y el yeso.

Hoy sabemos que la livingstonita aparece en varios yacimientos en distintos países, incluyendo España (ej. Pedrosa del Rey), pero su descubrimiento en 1874, como muchos otros, fue inesperado. Ocurrió en la localidad de Huitzuco de los Figueroa, Guerrero (México). Como se detalla en el XVII Congreso Internacional de Geoquímica, Pachuca (México), la mina de Huitzuco fue una de las más importantes de la zona para la extracción de mercurio y estuvo funcionando desde 1869 hasta 1945. Lo curioso es que, a pesar de “lo británico” del nombre de este mineral, su descubridor fue un naturalista, geólogo y botánico mexicano, Mariano Bárcena, quien, en su nota enviada en 1879 a la Sociedad Mexicana de Historia Natural, destacaba que la livingstonita no solamente aparece en Huitzuco, sino también en Guadalcázar. Bárcena (Mariano Santiago de Jesús de la Bárcena y Ramos) fue un personaje polifacético que dejó numerosas publicaciones sobre plantas, minerales, fósiles y otros temas. Fue incluso director del Observatorio Meteorológico, profesor de geología, vulcanólogo, fundador y director del Observatorio Astronómico Nacional de México y Diputado, Secretario de Gobierno y Senador.

Es por ello, por lo que la livingstonita nos traslada por su nombre de manera directa al ilustre explorador británico, pero también, profundizando en cómo fue su hallazgo, nos evoca indirectamente a nuestro colega mexicano, que fue quien realizó el estudio y descubrió este mineral. Rastreando en busca de información para escribir este artículo, tuve la suerte de localizar el documento original de 1874, publicado en el American Journal of Science. En este documento hay una frase de Bárcena relativa a su dedicatoria del mineral al Dr. Livingstone, que refleja, en mi opinión, sus intenciones y talla personal: “Al hacer esta dedicatoria, he tenido presente que los bienhechores de la humanidad pertenecen a todas las naciones, y que la humanidad entera debe honrar su memoria”. Por mi parte, no puedo estar más de acuerdo.

Fig 1 : V0006855 Henry Morton Stanley meeting David Livingstone at Ujiji, in
Credit: Wellcome Library, London. Wellcome Images
images@wellcome.ac.uk
http://wellcomeimages.org
Henry Morton Stanley meeting David Livingstone at Ujiji, in Africa. Coloured wood engraving by H. Hall after H.M. Stanley, ca.1880.
1872 By: Henry M. StanleyPublished: –

 

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