La Mohita: hidrotermalismo, Granada y la caída del Muro
Autoría: Dr. Jesús Jesús Martínez-Frías. Instituto de Geociencias, IGEO (CSIC-UCM)
Como ya se ha puesto de manifiesto en los dos artículos previos de esta sección, los minerales son auténticos marcadores de las condiciones físico-químicas y los ambientes en los que se originaron, describiendo los procesos ocurridos en la Tierra y en otros planetas, lunas y asteroides. Pero también nos narran otro tipo de historias que vinculan sus nombres a personajes, lugares, y vivencias, en algunas ocasiones anecdóticas y en otras de gran trascendencia socio-cultural e incluso personal. Ambos aspectos confluyen, casi sin darnos cuenta, permitiéndonos encerrar en ellos, como si fueran pequeñas cajitas de recuerdos, historias de la naturaleza, el universo y también humanas.
Pero, si en relación con los dos minerales anteriores mozartita y livingstonita, relataba aspectos cristalográficos/estructurales, composicionales y vivenciales que marcaron sus nombres, en el caso de la mohita puedo aportar una visión mucho más personal, ya que, como expondré más en detalle, tuve la suerte y el honor de conocer personalmente al científico polaco que da nombre a este mineral, uno de los expertos más destacados de la mineralogía experimental del siglo XX.
La Mohita, Cu2SnS3, fue aprobada por la IMA en 1982 e identificada por primera vez por Kovalenker et al (1983) en el yacimiento meso-epitermal de Au-Ag-Te de Kochbulak, distrito de Okhangaron, Tashkent (Uzbekistan oriental) (Fig. 1) y recibe su nombre en honor al Prof. Günter Harald Moh de la Universidad de Heidelberg (Alemania), que fue el mineralogista que consiguió sintetizarla experimentalmente antes de que se descubriera en la Naturaleza.
Aunque la localidad tipo mundial de la mohita corresponde a un yacimiento recóndito de Uzbekistan, también se ha encontrado en el distrito minero de Organullo, en la Provincia de Salta, Argentina, en las Montañas Delamar, en Nevada, EEUU y en España, en Salamanca, concretamente en el yacimiento de La Barquilla (Murciego et al. 1992), un extenso campo filoniano, principalmente estannífero, relacionado con la fracturación tardihercínica, constituido por las minas Aurora, Fuentes Villanas y la Inesperada (Murciego et al. 1991), donde la mohita aparece de manera muy escasa en los materiales encajantes alterados de las mineralizaciones filonianas (Fig.2).
Los estudios mineralógicos sobre este sulfuro indican que se formó en un sistema hidrotermal, en asociación con otras fases típicas de estas paragénesis, tales como tetraedrita, famatinita, kuramita, mawsonita y emplectita. La mohita es triclínica y los cristales suelen ser de tamaño micrométrico, de unas 80 µm, de color gris verdoso y lustre metálico. Tiene una dureza de 4 en la escala de Mohs y una gravedad específica de 4,86. La mohita sintética tiene dos fases polimórficas de baja temperatura: una de estructura monoclínica y otra desordenada, con estructura de tipo estannina, pero hasta el momento no se han encontrado en la naturaleza.
Esto es lo que la mohita nos relata acerca de lo que representa su existencia en el mundo natural, pero también refleja más cosas, perfilando directamente al personaje al que debe su nombre e indirectamente haciéndome rememorar algunas de mis propias experiencias científicas y personales al haber colaborado con él.
El Prof. Günter Harald Moh nació el 2 de Mayo de 1929 en Legnica (Polonia). Estudió Química en las universidades de Halle, Berlín y Heidelberg, en esta última comenzó a desarrollar sus actividades sobre mineralogía experimental, realizando y defendiendo en 1959 su tesis doctoral bajo la supervisión de otro gigante de la Mineralogía, el Prof. Paul. Ramdohr. Tras ello, se trasladó a la Carnegie Institution (Washington) colaborando durante tres años con el Prof. Kullerud. Finalmente, en 1967, el Prof. Moh regresó a Heidelberg donde ejerció hasta su fallecimiento el 16 de Mayo de 1993 (Wyszomirsky, 1993). Este triste suceso tuvo lugar justamente cuatro años después de conocerle, primero en Granada y después en Heidelberg, en el marco del estudio y caracterización, junto con él y otro miembro de su equipo (Dr. Andrés Paniagua), de muestras de sulfuros y sulfosales del Sistema Hidrotermal del Jaroso, en la zona de Sierra Almagrera, Almería. Sí, como indicaba anteriormente, la mohita evoca historias ligadas al mineralogista a quien se honra con su nombre y también vivencias de quien escribe con las que puedo ilustrar este texto.
Cuando conocí al Prof. Moh, en 1989, prácticamente acababa de incorporarme como Científico Titular del CSIC al antiguo Instituto Andaluz de Geología Mediterránea, hoy Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra, un centro mixto del CSIC y la Universidad de Granada. El Prof. Moh se encontraba en España ya que venía colaborando con algunos profesores del Dpto. de Mineralogía y Petrología de la universidad. Conociendo su relevancia en la investigación químico-mineralógica de fases metálicas, sulfuros y sulfosales, decidí hablar con él acerca de la interesante paragénesis de sulfosales de la zona de Sierra Almagrera, en la que venía trabajando desde 1987, un tema que despertó su interés. De hecho, tuvo la cortesía de invitarme a una estancia en la Universidad de Heidelberg para llevar a cabo análisis de microsonda electrónica sobre las mismas. ¡Cómo no iba a aprovechar la oportunidad de colaborar y aprender del Prof. Moh, un gran experto en sulfuros y el gran mineralogista a quien honra la mohita! No me lo pensé dos veces y en octubre de ese mismo año ya estaba en Heidelberg con mi selección de probetas pulidas de muestras de sulfosales almerienses.
La estancia fue muy bien y los análisis y caracterización de las sulfosales fue todo un éxito. Publicamos un artículo científico sobre el tema, en el que destacamos en los agradecimientos la colaboración del Prof. Günter H. Moh en el marco del proyecto PB87-0372 “Variation of trace elements, Sr-Nd-Pb-isotopes, and tectonic control of the magmatic and metallogenetic processes. Application to the Neogene-Quaternary volcanism and associated deposits of the Iberian Penninsula”. El Prof. Moh era todo un personaje, duro, riguroso y muy trabajador, pero al mismo tiempo un científico extraordinario con una gran humanidad. Como él mismo solía decir “soy un prusiano”.
Lo realmente curioso fue que, estando trabajando con la microsonda en los laboratorios del Mineralogische-Petrographische Institut de la Universidad de Heidelberg se produjo un acontecimiento histórico, que pude vivir de primera mano estando en Alemania: la caída del Muro de Berlín. Todos salimos a las calles a celebrarlo. Sí, resulta casi imposible no rememorar todo aquello cuando leo cualquier cosa sobre la mohita. Los minerales importan, pero también sus nombres y todas las circunstancias que los rodean; historias ajenas y, en ocasiones, también propias.