14 Cristales: arte y cultura
A principios del siglo XIX la cristalografía se libera de todo el peso de la tradición esotérica y mítica para entrar definitivamente en el mundo de la ciencia. Se desarrolla una potente teoría que entiende el cristal como un apilamiento ordenado de unidades de materia. Las formas poliédricas de los cristales se debían a la existencia de un orden interno aún más admirable. La idea de cristal como canon de exactitud, de belleza armónica y como metáfora del poder de la inteligencia, se extendió más allá de la ciencia e impactó en todas las artes y en el pensamiento. Kinémax (1984) de Denis Laming.
Tras el interés de los poetas románticos del XVIII como Goethe, la literatura inspirada en los cristales experimenta un auge en el siglo XIX. Se escribieron obras maestras de la ciencia-ficción como el ‘Frankenstein’ de Mary Shelley basado en experimentos de electrocristalización, o el ‘Voyage dans le cristal’ de la imaginativa George Sand, pero sobre todo fue Jules Verne quien describió magistralmente un inolvidable escenario de cristales gigantes en su famoso libro ‘Viaje al centro de la Tierra’.
La supuesta existencia de esos grandes cristales fue retomada en la primera mitad del siglo XX en los cómics y en guiones de programas de radio o televisión y en el cine. Sin lugar a dudas, la historia más famosa relacionada con el prodigioso poder de los cristales es la del mítico héroe Superman, en la que los cristales de Krypton, su ficticio planeta de origen, juegan un papel central.
La creencia en dos mundos de simetrías enfrentadas ha impregnado el paisaje de las artes y la filosofía durante siglos. Por un lado el mundo mineral, dominado por la línea recta, por el orden frío, periódico y repetitivo de los cristales, que se asocia a la racionalidad, a la inteligencia, al poder. Por otro, el mundo de la vida, dominado por la rica simetría de la curva y la ramificación, el mundo de la sensualidad, de la pasión. La cristalografía ha jugado un papel importante en la construcción intelectual de ese debate estético.
El artículo ‘Hacia el cristal’ escrito por Amédeée Ozenfant y Charles Jeanneret (Le Corbusier) en la revista ‘L’Esprit Nouveau’ en 1924 es un manifiesto del purismo, continuación del cubismo. Como en el propio ‘edifico’ de la revista diseñado por Le Corbusier, en él se reivindica el dominio de la línea recta, de las formas simples liberadas de lo decorativo, del valor estético de la máquina. En definitiva, de la pureza y exactitud del cristal. Estas ideas dominaron implacablemente la arquitectura del siglo XX.
“Siempre la rosa”
El debate estético entre la recta y la curva, entre el arte como herramienta de conocimiento y el arte como pasión, se manifiesta con toda su profundidad en la historia personal de dos jóvenes artistas, Federico García Lorca y Salvador Dalí. ‘La oda a Salvador Dalí’, escrita por Federico, es una muestra ejemplar de ese debate entre lo cristalino que reivindicaba un joven Dalí influido por las ideas del purismo, y la rosa curva y compleja que gustaba el poeta andaluz. En ‘Poeta en Nueva York’, escrito entre 1929 y 1930, el poeta aún mantiene su postura -“siempre la rosa”- en los primeros versos del poema que abre el libro:
Asesinado por el cielo
Entre las formas que llevan a la sierpe
Y las formas que llevan al cristal
dejaré crecer mis cabellos
El monolito de ‘2001: Una odisea del espacio’, la película de Stanley Kubrick basada en un relato de Arthur Clark de 1948, representa una inteligencia superior, ya sea dios o una civilización extraterrestre. Su imagen no podía ser otra que la de un poliedro cristalino.