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01 Fascinación geométrica

La fascinación de los hombres por los cristales tiene un origen remoto, tanto que está ligada al propio proceso evolutivo de creación de nuestra conciencia. Cuando en el cerebro de los homínidos nació la necesidad de entender el mundo que les rodeaba, una de las primeras habilidades que tuvieron que desarrollar fue la de clasificar los objetos que componen ese mundo. Las colecciones encontradas en distintos yacimientos prueban que fueron dos tipos de objetos los que llamaron la atención del cerebro del Homo erectus: las piedras antropomorfas y los cristales de cuarzo, el cristal de roca.

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¿Por qué aquellas mentes tan primitivas coleccionaron cristales?
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La respuesta a esta pregunta es difícil de vislumbrar. Los mecanismos neurológicos que llevaron a esa elección son desconocidos y probablemente lo serán por algún tiempo. Pero podemos aventurar que lo que les llamó la atención a ellos y a sus descendientes es que los cristales, especialmente esos cristales de cuarzo, eran objetos absolutamente singulares en el mundo natural que les rodeaba.

Imagínese en aquel mundo en el que Homo erectus aún era una especie más que no había dejado su marca en el planeta. Todas las formas a su alrededor estaban dominadas por la curva y por la ramificación. Por la geometría de la naturaleza. Los árboles, los ríos, las hojas, las flores, las formas sinuosas de los seres vivos, las montañas, los barrancos,… No había rectas, ni aristas. No había poliedros.

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Cristales de cuarzo encontrados en Singi Talav, India, un yacimiento del Acheuliense inferior. Estos cristales fueron coleccionados por el Homo erectus hace más de 390.000 años.

Los cristales fueron los primeros objetos que los hombres coleccionaron y transportaron consigo, sin ningún fin utilitario.

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Cristales de cuarzo como los que coleccionó el Homo erectus.

Todo lo que usted y el Homo erectus verían a su alrededor serían formas curvas y complejas. Todo, excepto los cristales. Eran los únicos objetos limitados por líneas rectas y por caras planas. Sólidos poliédricos, transparentes o translúcidos que resplandecen a la luz del sol con un brillo diferente de cualquier otro producto natural.

¿Quien había creado esos objetos tan singulares, tan atractivos y tan escasos? Ni se los veía nacer y crecer como a las plantas y animales o a las formas surgidas del barro, ni los habían creado ellos ni ninguno de sus semejantes. Los cristales se convierten así no sólo en algo atractivo sino enigmático y mágico. Durante el desarrollo de la conciencia debió ser inevitable relacionar los cristales con otros fenómenos naturales donde la línea recta era importante, como los rayos del sol, la caída de meteoritos, etc., que contribuyeron a acrecentar el papel de los cristales en la creación del pensamiento mágico.

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Una de las evidencias más claras del papel que jugaron los cristales en el imaginario colectivo del significado mágico del poder, es el cristal de cuarzo encontrado en el interior del dolmen de Alberite (Cádiz, España).

Esos cuarzos no existen cerca de Alberite. Hace unos seis mil años, los humanos transportaron este cristal desde la Sierra de Madrid (500 kilómetros) o desde Galicia (800 kilómetros) para ser finalmente usado en un recinto funerario.

Esa fascinación por la singularidad geométrica de los cristales nos ha acompañado e intrigado a lo largo de toda la historia hasta nuestros días. Esta exposición pretende enseñarle el mundo de los cristales, llevándole desde la magia y la superstición hasta la ciencia y el pensamiento racional.

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Recreación en cerámica del pectoral del sacerdote judío Aaron, hermano de Moisés (estimado siglo XVIII AEC). Cada una de las doce piedras llevaba inscrito el nombre de una de las doce tribus de Israel.

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